Entre todas ellas, hay una que destaca con personalidad propia: la "Ñ", esa pequeña letra que no solo suena diferente, sino que también nos identifica.
Entre todas ellas, hay una que destaca con personalidad propia: la "Ñ", esa pequeña letra que no solo suena diferente, sino que también nos identifica.
La Ñ es mucho más que una letra: es un símbolo cultural que nació hace siglos, en los silenciosos pasillos de los monasterios medievales. Allí, los monjes, que escribían a mano y cuidaban cada pergamino como un tesoro, decidieron abreviar la doble N con un pequeño trazo sobre ella. Así nació la virgulilla, esa tilde tan peculiar que corona a nuestra querida letra.
Con el tiempo, esa costumbre se convirtió en norma, y la Ñ fue ganando su lugar en el alfabeto. Desde entonces, es un sello propio del idioma español y de quienes lo hablamos. Una letra que nos acompaña en palabras como año, sueño, montaña y cariño.
Aunque su sonido existe en otros idiomas, pocos la escriben como nosotros: con una sola letra. Hoy, la Ñ es parte de nuestra esencia, de nuestra historia y también de nuestras luchas, porque hasta en el mundo digital ha tenido que abrirse camino.
Así que la próxima vez que digas “mañana” o “niñez”, recuerda que estás usando una joya lingüística nacida de la necesidad, transformada por la creatividad, y conservada con orgullo por millones de hablantes.
Porque en cada Ñ que pronunciamos, también estamos contando nuestra historia.
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